Misterio en el campamento by Jose Luis Navajo

Misterio en el campamento by Jose Luis Navajo

autor:Jose Luis Navajo
La lengua: spa
Format: epub
Tags: ebook, book
editor: Thomas Nelson
publicado: 2011-10-05T00:00:00+00:00


08

DESAPARECIDOS

Fuimos a casa con la seguridad de que ellos estarían allí, pero nos equivocamos. Cuando llegamos eran las tres y media de la mañana, y allí no había nadie.

Después de vendarme el tobillo, Javi me pidió que les contara todo lo que había ocurrido.

- Cuéntame todo, con todo lujo de detalles –aclaró.

Los minutos siguientes los pasamos explicándoles todo lo ocurrido, sin dejarnos nada en el tintero, como diría mi madre: La luz que habíamos visto en la ventana más alta, la silueta de una persona que miraba hacia la casa, los pasos que nos seguían dentro de la arboleda, la respiración jadeante...

Me di cuenta de que a los muchachos la historia les estaba provocando un miedo terrible, pero a los profes no les convencía. Enseguida supe que no creían nada de lo que estaba diciendo; pensaban que estábamos contándoles un cuento, pero se les veía muy preocupados. En ese momento, recordé algo que tal vez ayudaría a que me creyeran.

- ¡Las ventanas de la planta alta! –grité.

- ¿Qué pasa con las ventanas? –preguntó María, sin saber a qué me refería.

- ¿No habéis notado que ya no suenan las contraventanas?, ¿no os habéis dado cuenta de que alguien ha cerrado esas ventanas? –hablaba muy acelerada, porque estaba muy nerviosa–. La otra noche, escuché pasos arriba y luego dejé de oír el ruido de las ventanas. ¿Habéis cerrado vosotros esas ventanas?

Javi asintió:

- Es cierto que ya no suenan las ventanas. Que yo sepa ninguno de nosotros ha subido a la planta superior.

Interrogó con la mirada a las profes y estas hicieron un gesto como de “a mi que me registren”. Luego, miró a los chicos y estos hicieron lo mismo.

- Bueno esto es extraño, pero ¿qué tiene que ver eso con la torre?

- No sé que tiene que ver –admití–, pero lo que yo noto es que aquí hay cosas raras, y una de ellas tiene que ver con la torre. Os aseguro que allí hay alguien.

- Lo único que tenemos claro es que Dani y Josué no están con nosotros –dijo Javi–. Ejem, reejem... Si esto es una travesura, desde luego han llegado muy lejos y merecen un castigo.

- Lo merecen ellos y lo merecéis vosotras –sentenció María, muy enfadada, señalándonos a Noa y a mí–. Sabéis muy bien que una de las normas del campamento es no salir de la casa durante la noche, y menos sin permiso.

Yo estaba realmente desanimada y triste. Por un lado, me sentía impotente al ver que no se creían nada de lo que les contábamos, y por el otro, estaba muy preocupada por lo que les hubiera podido pasar a los chicos. Eran cerca de las cuatro de la madrugada. Yo sabía muy bien que Dani era un bromista, pero no hasta el punto de pasar toda la noche fuera de casa para darnos un susto tan grande. Además, Josué no era partidario de bromas de este tipo.

- ¡Una cosa! –exclamó Rosi–. ¡Randy! ¡Él tampoco está!

Era cierto. Ninguno nos habíamos dado cuenta de que Randy también faltaba.



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